Cuando el egoísmo no limite tu capacidad de amar, cuando confíes en ti mismo
aunque todos duden de ti, y dejes de preocuparte por el que dirán.
Cuando
tus acciones sean tan concisas en duración como largas en resultados.
Cuando
puedas renunciar a la rutina sin que ello altere el metabolismo de tu vida.
Cuando sepas distinguir la sonrisa de la burla y prefieras la eterna lucha
que la compra de la falsa victoria.
Cuando el ser espontáneo te libere del
método.
Cuando actúes por convicción y no por adulación.
Cuando puedas
ser pobre sin perder tu riqueza y rico
sin perder tu humildad.
Cuando sepas perdonar, tan fácilmente como ahora te
disculpas.
Cuando puedas caminar
junto al pobre sin olvidar que es un hombre y, junto al rico, sin pensar que es
un Dios.
Cuando sepas enfrentarte a tus errores tan fácil y positivamente
como a tus aciertos.
Cuando sepas manejar
tu libertad para pensar, hablar, leer, escribir y hasta escuchar sin caer en los
excesos.
Cuando sepas obsequiar tu silencio a quien no te pide palabras, y
tu ausencia a quien no te aprecia.
Cuando no trates de hallar respuesta en
las cosas que te rodean, sino en tu propia persona.
Entonces, sólo entonces,
serás un triunfador.
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